Se me antoja incómodo encontrarme con gente a la que trato poco. Aquellas personas conocidas a las que se ve de vez en cuando.
Les explicas / preguntas sobre lo que te/le ha sucedido desde que no los ves. El discurso discurre por lo que llamaríamos hechos.
Tengo entonces la extraña sensación de que cuando hablo hablo de otro, no de mi. No me importan nada los “hechos”. En cierto modo no tienen nada que ver conmigo.
Me gustaría explicarle lo que verdaderamente me ha sucedido. El problema radica en no ha “sucedido” nada. El espíritu nada tiene que ver con los hechos. (ver Wittgenstein Tractatus Logico-Philosophicus)
¿Qué tengo que ver yo conmigo en 1994? Pues hay una continuidad física e incluso psíquica pero nada más. El meollo, lo más íntimo nada tiene que ver.
Aún más: hay continuidad / ruptura. La paradoja de la identidad. La verdadera identidad yace en la diferencia más absoluta.
La cuestión es que si tomamos algo (yo para el caso) y se profundiza en ello, si se tira del hilo, todo surge. Es la paradoja del Zen. Todo en uno.
Concibo la identidad como una frontera definida como un límite que se marca: ese ser yo es como una esfera que limita, que dice lo que soy (y lo que no soy).
Cuando se opera sobre este objeto, en el caso, se vive, se juega con la conciencia para ir más allá, para cruzar los límites; se que ve que tal límite es ilusorio.
El yo (el portador de la identidad) se ve más como un nudo de un entramado infinito. ¿Vivir? Ser esta trama.
¿Y quien hace tal cosa? ¿Quién supera sus máscaras, sus autojusticaciones, sus miedos, sus valores, principios, etc. su identidad en definitiva?
Pues nadie. (el nirvana?). Se me antoja un proceso sin fin de desidentificación.
¿Qué pasa con el espíritu?
El espíritu solo respira cuando el yo se va de vacaciones.
¿Y quién sabe del su espíritu?
Me temo que poca gente. La mayoría lo tiene enterrado bajo toneladas de autoimagen: yo, yo, yo, yo.
¿Se vive en tal caso?
Rotundamente no.
¿Y que pasa?
El espíritu quiere salir a la superficie y es machacado por el convencionalismo y lo social que orbita alrededor del yo.
¿Dónde lleva esto?
Disconformidad con uno mismo, violencia, autodestrucción, sadismo con los demás, usar a los otros como instrumento, usarse a si mismo como instrumento, vidas basadas en ficciones y proyecciones de lo más absurdo…. En fin solo hace falta mirar alrededor.