¿Quién soy? ¿Soy real? ¿Hay algo real? ¿Qué es lo real?
Viejas preguntas. Gastadísimas. Sin sentido (nos dicen los filósofos o los maestros zen).
Pero claro siguen ahí. Apremiantes.
¿Soy un constructo? ¿Lo eres tú? Entonces, ¿nada importa?
¿Todo es un malententido? (Me refiero a lo real mismo) ¿Una broma de Dios?
Nadie lo sabe.
Pero no puedo dudar de la pregunta.
(Descartes empieza así pero postula un yo de forma arbitraria)
Y una vez más: ¿que hacer? ¿cómo vivir?
¿Se puede sin saber quien soy? ¿Sin saber quien eres tú?
Quizás es una pregunta sin respuesta. De acuerdo.
Dice el maestro zen que la pregunta es la respuesta. De acuerdo.
¿Y si la pregunta nunca se hace del todo? ¿Y si se nos escapa entre las manos?
Yo y tú. Preguntas. Caminos. Senderos que se bifurcan. Sin límite. Sin respuesta.
Quizás somos la pregunta de Dios.
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