Uno quisiera hacer testamento. No el testamento de bienes materiales. Ese hay que hacerlo para los que se quedan como un acto de amor y justicia. Para simplificar simplemente.
Yo hablo de otro testamento. Digamos existencial. Demasiado solemne la palabra. Implica darle demasiada importancia a uno mismo.
En cada momento uno puede morir. De la forma más arbitraria e imprevista.
El legado testamentario (el oficial) esta hecho. Hay que pensar en todo. Familiares, conyuges reciben lo que uno ha decidido. Si uno es lúcido, será justo.
¿Pero que hay de lo no material? Uno puede legar papeles, escritos privados, etcetera. Si claro.
Pero hablo de quien es uno en ese momento. Que dice.
Maillard dice:
o dos o no sé cuántos
mueren y una anciana dice
sus últimas palabras
o no las dice y muere
y es otra la que habla
pero no habla, dice
apenas dice y muere
sin decir
apenas
nada"
Escribir en Matar a Platón.
La anciana las pronuncia o no las pronuncia.
Uno quisiera poder decirlas. Si la muerte es anunciada prevista uno reflexionará y dirá lo que desea. Pero eso no es cierto. Su vida ya no será vida será como una obra a la que hay que dar un final digno (dicen), un colofón. Es algo artificial.
Si uno muere sin avisar todo quedará pendiente. Habrá cabos sueltos, malentendidos que nunca se aclararán, barreras que nunca se franquearon por cobardia, por miedo.
Uno quisiera en cada momento hacer un testamento de lo inmaterial, sin harcerlo, sin intención.
Seguramente es un residuo en mi que sigue pensado que el yo es algo más que un nodo en la trama incesante del universo. Quizás sea así. O quizás lo que pase es que te vi un dia, te miré a los ojos y vi que eramos el mismo nudo. Desde entonces ya estoy unido a ti. Te lo debo todo. Por eso quiero que conste algo cuando desaparezca. Que conste que tu y yo nos encontramos. Aunque nada importe.
0 comentaris:
Publicar un comentario