Las palabras angulosas, hirientes, el discurso sin fin que se persigue a si mismo sin llegar a ningún lugar.
El Buda se encontraba junto a un lago en el Monte Grdhakuta, y estaba preparado para dar un sermón a los discípulos que allí se reunieron para oírlo hablar.
Mientras el Santo esperaba a que sus estudiantes se acomodaran, se fijó en un floreciente loto dorado en las fangosas aguas cercanas. Sacó del agua la planta - la flor, el largo tallo y la raíz. Entonces la sostuvo en alto para que sus estudiantes pudieran verla. Durante un tiempo se quedo ahí, sin decir nada, sosteniendo en alto el loto y mirando a las palidecidas caras de su audiencia.
De repente, su discípulo Mahakashyapa sonrió. ¡Había comprendido!