Juego con la pelota en la calle con otros niños. Gozo sin objeto, sin tiempo.
Descubres el éxtasis. (No lo descubres porque como niño-sabio no te preguntas gran cosa, no has probado la narcosis de la abstracción)
Poco a poco te conviertes (o te deberías convertir) en un hombre de provecho. En alguien serio fiable, respetable. Todo el mundo te dice. Dios mismo te dice. Ese es el camino correcto. Serás recompensado. Devienes un hombre de provecho casi sin querer casi. O al menos lo intentas
Un día té preguntas: ¿Qué provecho? ¿Para quién? ¿Para qué? O no te lo preguntas.
Descubres que morirás igualmente que a Dios no le importas una mierda. Qué todo era mentira. Que toda para moralidad/regla es para mantener un orden. Un orden que alguien estableció. Nadie sabe para que sirve ni quien se beneficia.
Diremos que claro sin un propósito y un plan la vida no tiene sentido. De acuerdo. Pero cualquier propósito o plan no tienen el mas mínimo sentido. Te los crees para no ser engullido por el abismo. Nada más.
Y después está el mundo, la sociedad. Construir entre todos para todos. Otra narcosis para no mirar a la nada cara a cara. Simplemente.
Te preguntas otra vez: ¿Qué provecho? ¿Para quién? ¿Para qué?
No hay respuesta que justifique tú vida. Todo será engullido por la nada. Desde el cuarteto opus 131 hasta la pelota de papel con la que jugabas en el pasillo.
Estás sólo, a la intemperie.
Un día te encontré. Nos miramos a los ojos. Nos reconocimos. Sentimos que ese era el propósito verdadero.