29.10.09

Published 10/29/2009 11:17:00 a. m. by with 0 comment

Omar Khayyam

Sobre la tierra abigarrada, camina alguien que no es ni musulmán ni infiel,
que no es ni rico ni pobre. No venera a Al-lâh ni a sus leyes.
No cree en la verdad. No afirma nunca.
Sobre la tierra abigarrada, ¿quién es ese hombre bravo y triste?

Sueño sobre la tierra. Sueño bajo la tierra.
Sobre la tierra, bajo la tierra, cuerpos tendidos.
Nada en todas partes. Desierto de la nada.
Unos hombres llegan. Otros se van.

En primavera voy a veces a sentarme en la orilla de un campo florido.
Cuando una hermosa muchacha me trae una copa de vino,
no pienso siquiera en mi salvación.
Si tuviera esta preocupación, valdría menos que un perro.

El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio.
Toda la ciencia de los hombres: palabras.
Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas: sombras.
El resultado de tu meditación perpetua: nada.

Todo el mundo sabe que jamás he murmurado una plegaria.
Todo el mundo sabe que nunca he intentado simular mis defectos.
Ignoro si existe una Justicia y una Misericordia...
Sin embargo tengo confianza, porque siempre he sido sincero.

¿Qué es preferible? ¿Sentarse en una taberna
y hacer tu examen de conciencia o prosternarse en una mezquita?
En realidad me da igual saber o no si tenemos un dueño
y qué hará de mí llegado en caso.

Considera con indulgencia a los hombres que se embriagan.
Tú tienes otros defectos.
Si quieres conocer la paz, la serenidad, vuelve los ojos
a los desheredados de la tierra, a los que gimen en el infortunio.

Procura que tu prójimo no tenga que sufrir de tu sabiduría.
Domínate siempre, no te abandones a la cólera.
Si quieres encaminarte a la paz definitiva, sonríe
al Destino que te hiere y no hieras a nadie.

El Corán, ese libro supremo, los hombres lo leen a veces,
¿pero cuál de ellos se deleita cada día?
En el borde de todas las copas llenas de vino hay cincelada
una máxima secreta que estamos obligados a saborear.

¿Nuestro tesoro? El vino. ¿Nuestro palacio? La taberna.
¿Nuestros fieles compañeros? La sed y la embriaguez.
Ignoramos la inquietud porque sabemos que nuestras almas,
nuestros corazones, no tienen nada que temer del polvo, del agua, del fuego...

Antaño esta jarra era un pobre amante
que gemía por la indiferencia de una mujer.
El asa, en lo alto de la jarra,
¡es el brazo que rodeaba el cuello de la bienamada!

¡Qué vil este corazón que no sabe amar,
que no puede embriagarse de amor!
Si tú no amas, ¿cómo puedes apreciar
la cegadora luz del sol y la suave claridad de la luna?

El hombre que marcha firmemente por el Camino,
es que no ha cogido el fruto de la Verdad.
Si ha podido robarlo del árbol de la Ciencia,
sabe que los días pasados y los por venir no difieren en nada del decepcionante primer día de la Creación.

La brisa de primavera refresca la faz de las rosas.
En la umbría azulada del jardín, acaricia también la cara de mi amada.
Pese a la felicidad que hemos vivido, olvido nuestro pasado.
¡la dulzura de hoy es tan imperiosa!

¿Trataré aún durante mucho tiempo de llenar de piedras el Océano?
No siento más que desprecio por los libertinos y los devotos.
Khayyam, ¿quién puede afirmar que tú iras al Cielo o al Infierno?
Primero, ¿qué es Cielo o Infierno? ¿Conoces a algún viajero que haya visitado territorios tan singulares?

Bebedor, urna inmensa, ¡yo ignoro quién te ha modelado!
Sé, solamente, que eres capaz de contener tres medidas de vino y que la Muerte te romperá algún día.
Y entonces me seguiré preguntando para qué fuiste creado,
por qué has sido feliz y por qué ya sólo eres polvo.

Khayyam, que cosía las tiendas de la Sabiduría,
Cayó en los brazos del Dolor y fue reducido a cenizas.
El ángel Azrael ha cortado los tirantes de su tienda.
La Muerte ha vendido su gloria por una canción.

En los monasterios, en las sinagogas y en las mezquitas
se refugian los débiles a los que el Infierno espanta.
El hombre que conoce la grandeza de Al-lâh
no siembra en su corazón los granos del terror y de la imploración.

Admitamos que hayas resuelto el enigma de la creación. ¿Cuál es tu destino?
Admitamos que hayas podido despojar a la Verdad de todos sus ropajes. ¿Cuál es tu destino?
Admitamos que hayas vivido cien años feliz.
Y que vivas cien años más. ¿Cuál es tu destino?

Penétrate bien de esto: un día tu alma caerá de tu cuerpo
Y serás empujado detrás del velo que flota entre el universo y lo desconocido.
En la espera, ¡sé feliz!
No sabe de dónde vienes. No sabe a dónde vas.

Los sabios y los eruditos más ilustres
han caminado por las tinieblas de la ignorancia.
Sin embargo, no eran los estandartes de su época. ¿Qué hicieron?
Pronunciaron algunas frases confusas y se echaron a dormir.

Mi corazón me ha dicho: “Quiero saber, conocer.¡Instrúyeme
Tú, Khayyam, tú que tanto has trabajado!”;
Pronuncio la primera letra del alfabeto y el corazón me dice:
”Ahora ya lo sé. Uno es la primera cifra de un número que no tiene fin”.

Nadie puede comprender lo misterioso. Nadie es capaz de ver
qué se esconde bajo las apariencias. Todas nuestras moradas
son provisionales, salvo la última: la tierra.
¡Bebe vino! ¡Basta de palabras inútiles!


¡El creador del universo y de las estrellas
verdaderamente se superó al crear el Dolor!
Labios como el rubí, cabelleras perfumadas,
¿cuántas sois bajo tierra?

Viejo mundo que cruza al galope el caballo blanco y negro
del Día y de la Noche, tú eres el triste palacio,
donde cien Djemschids han soñado de gloria y donde cien Nrahamanes
han soñado de amor y se han despertado llorando.

En un susurro dijo la arcilla
al alfarero que la amasaba:
”Recuerda que he sido como tú...
¡no me maltrates!”

La amapola extrae su púrpura
de la sangre de un emperador amortajado.
La violeta nace de una peca
que estrellaba el rostro de un adolescente.

Desde miríadas de siglos, hay auroras y crepúsculos.
Desde miríadas de siglos, los astros siguen su ronda.
Holla la tierra con precaución, pues es pequeña mota
que va a aplastar fue quizás el ojo lánguido de un adolescente.

He visto, ayer, a un alfarero sentado ante su trono.
Modelaba las asas y los flancos de sus urnas.
Amasaba cráneos de sultanes
Y manos de mendigos.

Si has injertado en tu corazón la rosa del Amor
Tu vida no ha sido inútil. O si has intentado oír
La voz de Al-lâh, o si has alzado tu copa sonriendo de placer,
Tu vida no ha sido inútil.

¡Un poco de pan, un poco de agua fresca,
la sombra de un árbol y tus ojos!
Ningún sultán es más feliz que yo.
Ningún mendigo es más triste.

¿Acaso el Creador formó a los seres para destruirlos?
¿Por qué son tan feos? ¿Por qué son tan bellos?
¿Quién tiene la culpa?
Yo no entiendo nada...
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6.10.09

Published 10/06/2009 02:45:00 p. m. by with 0 comment

Vanidad

<Correcion agosto 2018>

1 Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalem.
2 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo vanidad.
3 ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
4 Generación va, y generación viene: mas la tierra siempre permanece.
5 Y sale el sol, y pónese el sol, y con deseo vuelve á su lugar donde torna á nacer.
6 El viento tira hacia el mediodía, y rodea al norte; va girando de continuo, y á sus giros torna el viento de nuevo.
7 Los ríos todos van á la mar, y la mar no se hinche; al lugar de donde los ríos vinieron, allí tornan para correr de nuevo.
8 Todas las cosas andan en trabajo mas que el hombre pueda decir: ni los ojos viendo se hartan de ver, ni los oídos se hinchen de oir.
9 ¿Qué es lo que fué? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará: y nada hay nuevo debajo del sol.
10 ¿Hay algo de que se pueda decir: He aquí esto es nuevo? Ya fué en los siglos que nos han precedido.
11 No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
12 Yo el Predicador fuí rey sobre Israel en Jerusalem.
13 Y dí mi corazón á inquirir y buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo: este penoso trabajo dió Dios á los hijos de los hombres, en que se ocupen.
14 Yo miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
15 Lo torcido no se puede enderezar; y lo falto no puede contarse.
16 Hablé yo con mi corazón, diciendo: He aquí hállome yo engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalem; y mi corazón ha percibido muchedumbre de sabiduría y ciencia.
17 Y dí mi corazón á conocer la sabiduría, y también á entender las locuras y los desvaríos: conocí que aun esto era aflicción de espíritu.
18 Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.

https://es.wikisource.org/wiki/Biblia_Reina-Valera_1909

Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén.
¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades, todo vanidad!
¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?
Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece.
Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir.
Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar.
Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir.
Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír.
Lo que fue, eso será; lo que se hizo, ese se hará. Nada nuevo hay bajo el sol.
Si algo hay de que se diga: "Mira, eso sí que es nuevo", aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron.
No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán.
Yo, Cohélet, he sido rey de Israel, en Jerusalén.
He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo. ¡Mal oficio éste que Dios encomendó a los humanos para que en él se ocuparan!
He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos.
Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar.
Me dije en mi corazón: Tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis predecesores en Jerusalén; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia.
He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos,
pues: Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor.

http://es.wikisource.org/w/index.php?title=Eclesiast%C3%A9s:_Cap%C3%ADtulo_1&oldid=13598
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